
Ojalá y don Alberto aprendiera de Jon, el alcalde de Reykjavik, que invitado a la inauguración de la gay pride de su ciudad no ha dudado un instante en pintarse los morritos de rojo, ponerse una enorme peluca rubia y un bolso al hombro para acudir a celebrar la diferencia.
Padre de cinco hijos, este señor estupendo de 43 años, anticonformista y actor de profesión, dio la bienvenida al público asistente a la inauguración de la marcha reivindicativa con una amplia sonrisa explicando que "desgraciamente, el alcalde no ha podido venir". Una lección de respeto y diversión para todos esos políticos agrios que no saben sino amargar la vida a sus conciudadanos, y si son maricas, ¡pues mejor!
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